martes, 21 de julio de 2009

Por un destello de tu gloria

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jueves, 9 de julio de 2009

NUEVA ENCICLICA PAPAL."CARITAS IN VERITATE"

CONCLUSIÓN

78. Sin Dios el hombre no sabe donde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Y nos anima: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia. Pablo VI nos ha recordado en la Populorum progressio que el hombre no es capaz de gobernar por sí mismo su propio progreso, porque él solo no puede fundar un verdadero humanismo. Sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero. Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano,[157] que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios. La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil —en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos—, protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento. La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos, aun cuando no se realice inmediatamente, aun cuando lo que consigamos nosotros, las autoridades políticas y los agentes económicos, sea siempre menos de lo que anhelamos[158]. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro Todo, nuestra esperanza más grande.

79. El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor. El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Todo esto es indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (Ez 36,26), y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del hombre. Todo esto es del hombre, porque el hombre es sujeto de su existencia; y a la vez es de Dios, porque Dios es el principio y el fin de todo lo que tiene valor y nos redime: «el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Co 3,22-23). El anhelo del cristiano es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como «Padre nuestro». Que junto al Hijo unigénito, todos los hombres puedan aprender a rezar al Padre y a suplicarle con las palabras que el mismo Jesús nos ha enseñado, que sepamos santificarlo viviendo según su voluntad, y tengamos también el pan necesario de cada día, comprensión y generosidad con los que nos ofenden, que no se nos someta excesivamente a las pruebas y se nos libre del mal (cf. Mt 6,9-13).

Al concluir el Año Paulino, me complace expresar este deseo con las mismas palabras del Apóstol en su carta a los Romanos: «Que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo» (12,9-10). Que la Virgen María, proclamada por Pablo VI Mater Ecclesiae y honrada por el pueblo cristiano como Speculum iustitiae y Regina pacis, nos proteja y nos obtenga por su intercesión celestial la fuerza, la esperanza y la alegría necesaria para continuar generosamente la tarea en favor del «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»[159].

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, del año 2009, quinto de mi Pontificado.



BENEDICTO XVI

lunes, 6 de julio de 2009

RECORDAD ESOS PRIMEROS DIAS.....

Por el P. Raniero Cantalamessa)





* La Renovación Carismática es para toda la Iglesia
* La Renovación Carismática es para lo "fundamental" de la vida cristiana
* Valor y ...¡pongámonos a trabajar !
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Me gustaría volver nuestra atención a ciertas áreas oscuras que hacen surgir, me parece, preocupaciones sobre la Renovación Carismática Católica, o, si preferís, ciertos peligros que deberíamos afrontar.
* La Renovación Carismática es para toda la Iglesia
Hay países donde la Iglesia está muy polarizada. Por una parte están aquellos que han llegado a ser definidos como liberales, progresistas o innovadores; por otro están los tradicionalistas o conservadores. Todo se juzga según esta medida. Es un poco como solía ser entre nosotros, los italianos, hasta hace poco, cuando todo se medía según si era Comunista o Cristiano-demócrata.
La palabra "liberal" en el mundo de habla inglesa, y especialmente en los Estados Unidos, tiene un significado que es un poco diferente del significado que tiene en otros sitios. Significa aquellos que están más abiertos a la novedad. Entre ellos hay algunos cuyas posiciones son francamente inaceptables y extremas. Pero también están los que simplemente se identifican con el Vaticano II, el cual les gustaría ver puesto en práctica con un poco más de valentía en lo que respecta al pluralismo, el diálogo intercultural y la cuestión de la descentralización.
En el lado opuesto, como reacción a cosas que se ven como demasiado innovadoras y secularizadas, se ha desarrollado una corriente que está fuertemente sujeta a la teología y las prácticas del pasado. Aquí también existe un espectro completo, que va desde conocidos extremistas a gente perfectamente equilibrada y llena de celo y amor por Cristo y la Iglesia. Dentro de límites razonables este tipo de tensión no es sólo legítimo sino necesario, ya que ninguna persona, sola, puede realizar por sí misma, las exigencias de fidelidad y progreso de igual medida.
¿Cuál es el peligro en lo que se refiere a nosotros? Que la Renovación Carismática, que nació para la renovación de toda la Iglesia, acabe identificándose pura y simplemente con un segmento de la Iglesia, el más conservador. Leyendo publicaciones religiosas de diversos países, está claro para mí que algunas de ellas ven los nuevos movimientos eclesiales, incluyendo la Renovación, como fuerzas conservadoras, por no decir totalmente reaccionarias.
Esto hace mucho daño. La Renovación Carismática es un don para toda la Iglesia, no sólo para una parte en particular de ella, y así debe seguir. En efecto, en sus primeros días, como todo movimiento "profético", fue visto como un gran signo de novedad y apertura, un empuje hacia delante en diversos frentes, incluido el alcance ecuménico. Como tal, fue bienvenido por la jerarquía de la Iglesia Católica, y no tiene necesidad de cambiar su apariencia para hacerse aceptable. El Cardenal Suenens, que durante años fue su principal defensor y portavoz eclesiástico, fue, durante y después del Concilio, uno de los promotores más autorizados de la necesidad del "aggiornamento": dar un impacto contemporáneo a las prácticas y creencias de la Iglesia.
Y ahora, es con una pena infinita que veo que la Renovación Carismática ha terminado confinada sólo a una parte de la Iglesia, y considerada por el resto como algo tan ajeno que se sienten completamente justificados de evitar cualquier contacto con ella. Dejadme que lo diga otra vez, la Renovación Carismática nació para renovar toda la Iglesia y no sólo a una parte de ella. Cuando digo "toda la Iglesia", quiero decir, naturalmente, la Iglesia que se posiciona firmemente en la línea central de la ortodoxia y el magisterio; que está preparada, si es necesario - en uno u otro lado - a someterse obedientemente a la autoridad señalada (el obispo o el papa, sea cual sea el caso), pero no antes de haber dado testimonio profético a las metas que están cerca de su corazón, según la dialéctica sólida que siempre ha sido la fuerza de la Iglesia Católica y la raíz de su capacidad para la autorenovación.
Necesitamos enfrentarnos directamente a esta situación y hacer lo que tenga que hacerse para evitar que se extienda todavía más, y para corregirla donde se haya establecido. Esto no es una cuestión de adoptar ésta o aquella postura, sino de ser fieles al Espíritu que no tiene miedo de las diferencias y que siempre puede, según Ireneo, "crear una bella sinfonía de muchas voces", como lo hizo el día de Pentecostés.
* La Renovación Carismática es para lo "esencial" de la vida cristiana
El segundo peligro es el "devocionalismo". Aquí también necesitamos recordar cómo empezó todo. La Renovación Carismática nació con un impulso poderoso para volver a lo esencial de la vida cristiana: el Espíritu Santo, el Señorío de Cristo, la Palabra de Dios, los Sacramentos, los carismas, la oración, la evangelización. Este es el secreto de su poder explosivo. Esta característica de la Renovación está claramente demostrada por el hecho de que no tiene fundadores reconocidos, ni ninguna "espiritualidad" especial, sino que simplemente acentúa lo que debería ser común y "normal" para toda persona bautizada.
Esta ha sido mi experiencia personal y, estoy seguro, de que ha sido la misma para muchos de vosotros. La Biblia se convierte en palabra viva, exhalada por Dios y que exhala a Dios, como solía decir San Ambrosio. Recuerdo una definición de la Renovación Carismática dada por alguien en aquellos primeros días, que siempre me ha parecido la más verdadera: "¡Devolver el poder a Dios!". Lo que nos convenció fue que nos encontramos claramente en la presencia de la acción santa de Dios. ¡Dios presente y activo en la historia! Ese fue el milagro que siempre llenó a los profetas bíblicos de asombro y les hicieron saltar de alegría: "¡Gritad, cielos, de júbilo, porque Yahvéh lo ha hecho! ¡Clamad, profundidades de la tierra!" (Isaías 44 23).
"Volver a los fundamentos", como dicen. Volvamos una vez más a ofrecer a la Iglesia ese gusto por lo que es esencial. La obra básica del Espíritu es su actividad santificadora (ver 2 Ts 2 13; 1 P 1 2), por la que transforma a los seres humanos, dándoles un corazón nuevo, no el corazón de esclavo sino el corazón de hijo de la familia de Dios. Luego viene su actividad carismática, por la cual distribuye una diversidad de dones para bien de la comunidad. Esto es lo que hizo en Pentecostés: transformó a los apóstoles, haciendo de ellos hombres nuevos, luego les hizo hablar en lenguas y profetizar, y les dio todos los dones que necesitarían para su misión. También en la Renovación Carismática, necesitamos respetar esta jerarquía: la santificación personal debe venir primero, y sólo entonces, en segundo lugar, la experiencia de los carismas. El Espíritu Santo no se propone meramente limpiar el vestido de su Esposa, la Iglesia. Su primer objetivo es sobre todo renovar su corazón.
¿Por qué creo necesario mencionar todas estas cosas? Creo que las palabras de la carta a los Hebreos están dirigidas también a nosotros: "Traed a la memoria los días pasados, ... No perdáis ahora vuestra confianza..." (Hb 10 32.35). La Renovación Carismática, y en general el catolicismo, corre el peligro de volver a ser demasiado tupida y sobrecargada, después del gran esfuerzo del Concilio para restablecer la simplicidad y lo esencial en la doctrina y en la práctica. En muchas cosas, por ejemplo en la devoción a María, el Concilio buscó volver a traer a la práctica Católica una sobriedad que se perdió en el curso de los siglos, especialmente durante la época de la Contrarreforma.
Poco a poco hemos visto perderse este fruto del Concilio. Ha habido una vuelta a una insistencia excesiva sobre lo que es opcional. La misma Renovación Carismática se ha visto absorbida por esta vorágine, hasta tal punto que en algunos lugares se ha visto identificada meramente por asociación con ciertas devociones, apariciones, individuos y mensajes particulares. Algunas de estas cosas son en sí mismas bastante legítimas, y signo de la riqueza de la Iglesia Católica, pero necesitan mantenerse dentro de su propio ámbito y no ser impuestas a todos y cada uno como medida del grado mayor o menor de su "catolicidad".
Esta no es una cuestión de tomar posiciones contra cualquiera de estas cosas. El tema es si la Renovación Carismática debería caracterizarse por este tipo de cosas, o por otra cosa. Ya tenemos todo lo que necesitamos para hacernos santos y extender el Evangelio. Incluso en el tema de la devoción a María, si tomáramos en serio y profundizáramos en nuestra apreciación de lo que la Escritura y la tradición litúrgica y dogmática de la Iglesia tienen que ofrecer (por ejemplo, el título de "Madre de Dios" ), seríamos capaces de ofrecerle a ella toda la honra que deseamos, sin sentir ninguna necesidad de correr tras el último mensaje o aparición. De este modo, haríamos nuestra devoción a María más aceptable para otros cristianos, y estaríamos apresurando el día en que, en vez de ser objeto de división, ella se convirtiera en un factor positivo para la unidad de los cristianos. (¿No será la armonía entre sus hijos lo que una madre más desea?)
Nuestra tarea como guías espirituales es ayudar a nuestros hermanos y hermanas a estar abiertos a los grandes misterios de la fe, y nunca a encerrarse en cualquier devoción efímera, que nunca puede servir para reevangelizar al mundo. Concentrarse en lo esencial no quiere decir privar a los fieles de todo espacio para la expresión libre, o a toda preferencia personal, y reducirlo todo a una igualdad blanda. Por supuesto que hay sitio para cultivar también la devoción personal de uno, pero esto necesita mantenerse dentro del ámbito de lo personal. No debemos confundir lo que se exige a todos con cosas que deben dejarse a la elección personal.
* Valor y.... ¡pongámonos a trabajar!
Me gustaría finalizar con una nota alentadora. En algunas lugares existe la percepción de que la Renovación Carismática está paralizada, o disminuyendo, perdiendo entusiasmo y gente. Es verdad, y es normal en movimientos de este tipo. No están hechos para convertirse en instituciones, sino como dijo una vez el difunto Cardenal Suenens, para transmitir un impulso, "una corriente de gracia", y luego si fuera necesario desaparecer, como una carga eléctrica que se dispersa en una masa de materia. Sin embargo, una cosa permanece hoy igual que en los primeros días de la Renovación Carismática, y es el poder del Espíritu Santo. "¡El brazo del Señor no se acorta!" Vemos que hoy produce, en aquellos que entran en contracto con él por primera vez, exactamente los mismos efectos que en los primeros días. Cada vez que le hemos dejado actuar, cada vez que provocamos ocasiones adecuadas para su venida, donde la gente se reúne como en el Cenáculo con fe expectante, él realmente baja. Yo he tenido la oportunidad de verlo otra vez muy recientemente. Cada vez es un mundo completamente nuevo que se abre ante la persona que lo recibe.
Signos visibles de la venida del Espíritu son generalmente el renacer de la valentía, de la esperanza y de la alegría. Incluso en opinión del público en general, se ve a la Renovación Carismática como un movimiento de gente alegre, que aplauden o levantan sus manos, que parecen transformadas, con caras sonrientes, casi extáticas. La alegría es de hecho uno de los signos o frutos del Espíritu. Espero que todos cultivemos los signos: valentía, esperanza, alegría; y evitemos los peligros que he intentado traer a vuestra atención (si mi tono ha sido algo despótico, por favor perdonadme).
Que el Espíritu Santo nos ayude a llevar con nosotros la llama de Pentecostés, no mitigada, al nuevo milenio, para que pueda seguir transformando las vidas de muchos hombres y mujeres de nuestra época, y les lleve a todos a Cristo.
Reflexiones sobre la R.C.C, presentadas en el Encuentro de Sacerdotes promovido por la Coordinadora Nacional italiana para la Renovación en el Espíritu (Roma, 28 de septiembre de 1999)