martes, 27 de octubre de 2009

Confidencias de Jesús a un Sacerdote

Mons. Ottavio Michelini

23 de Octubre de 1975

¿QUIÉNES SON LOS OBISPOS?

Los Obispos son aquellos a quienes Yo, Sacerdote Eterno, he llamado para hacerlos partícipes de mi Eterno Sacerdocio. Los Obispos son los sucesores de mis Apóstoles. Los Obispos son los jefes de las Iglesias locales.

Los Obispos con el Papa mi Vicario en la tierra a la cabeza, forman el colegio apostólico.

Los Obispos, unidos al Papa, son los depositarios y los custodios, los que difunden y los defensores de mi Divina Palabra. "Id y predicad mi Evangelio a todas las gentes".

Los Obispos, con el Papa son los administradores de los frutos de la Redención; puesto que son partícipes de la plenitud de mi Sacerdocio, deberían todos poseer el don de la sabiduría.

He dicho: todos deberían poseerlo. Por desgracia no es así y quienes lo poseen lo poseen en diferentes grados, como la luz que no tiene siempre la misma intensidad. Una es la luz del sol en pleno medio día, otra es la claridad que proviene de la luna, otra la de la lámpara y otra la de la luciérnaga.



¿Quizá el Espíritu Santo ha sido imparcial? No, hi­jo mío. El grado de sabiduría está en relación con el grado de correspondencia a los impulsos de la gracia.

Aquellos que con atenta y vigilante sensibilidad han respondido generosamente y valerosamente, a veces heroicamente y con perseverancia a los impulsos de la gracia, no dejándolos caer en el vacío, están llenos de sabiduría.

Quien menos ha correspondido menos ha recibido. Quienes no la poseen del todo quiere decir que han cerrado el camino al Espíritu Santo con su presunción y soberbia, raíz de todos los males.

Simplismo presuntuoso

Hijo, mis Apóstoles, durante los tres años vividos junto a Mí, no hicieron grandes progresos en la vía de la perfección.

¿La razón? El simplismo presuntuoso del que estaba embebido su espíritu. Lo confirman sus necias preguntas dirigidas a Mí en varias ocasiones, excepción hecha del Apóstol predilecto, porque su espíritu puro, sim­ple y humilde lo hizo sumamente querido a Mí y al Espíritu Santo quien lo enriqueció con el don de la sabiduría, todavía antes de Pentecostés.

Después de mi Resurrección me aparecí a mi Madre, a la Magdalena, a Lázaro, a los discípulos de Emaús y a otros; en cambio no lo hice inmediatamente a mis Apóstoles quienes por ello fue­ron humillados, arrepentidos y también un poquitín resentidos.

Esta lección sirvió para hacerlos entrar en sí mismos; sirvió para inducirlos a reflexionar en la gravedad de su huida, en su comportamiento poco honorable en el tiempo de mí Pasión.

El simplismo presuntuoso del que estaba empapado su espíritu fue la causa del profundo sueño del que fueron presa. No estuvieron vigilantes, dando así el flanco a la emboscada del Ene­migo que los venció.

Durante los cuarenta días que precedieron a mi As­censión, Yo vacié su orgullo, los preparé a la separación de la Ascensión y sobre todo los preparé volver su ánimo dispo­nible a la acción del Espíritu de sabiduría.

Les conferí el poder sacerdotal culminado con la plenitud de mi sacerdocio del Pentecostés.

Una cruzada incesante

La presunción es como un muro insalvable que se erige entre Dios y el alma. Aquellos entre los Obispos que están contagiados de ella no admitirán jamás que Yo te haya escogido a ti, pequeña gota de agua, imantada y atraída hacia abajo, para la realización de este designio mío de Amor.

¿Porqué muchos pastores de mi grey no se preguntan la razón de la esterilidad de su febril actividad?

Ya he ha­blado de esto en mi precedente mensaje dirigido a ellos, pe­ro voluntariamente lo repito ya que es talmente importante y determi­nante para su alma y para las a ellos con­fiadas, que jamás será dicho suficiente.

En la edad media se convocaron las cruzadas entre los cristianos para liberar mi Sepulcro. Ciertamente mi Se­pulcro es sagrado porque hospedó Mi Cuerpo Santísimo.

Pero mi Sepulcro sin embargo no es más que una tumba, que no vale lo que un alma cuyo precio es infinito, cuyo precio es el Misterio de mi Redención.

Las cruzadas entran en el plano el Misterio de la salvación en marcha. Tienen su razón de símbolo, una razón figurativa; es­tán para indicar la necesidad de hacer una cruzada ince­sante contra el Príncipe de las tinieblas y sus tenebrosos ejércitos. Satanás es homicida en el sentido más verdadero de la palabra.

Único Fin

Mi Encarnación, mi Pasión y Muerte, tienen como único fin la liberación de las almas de la mortífera esclavi­tud de Satanás.

La participación de mi Sacerdocio a los obispos y a los sacerdotes tiene el único fin de hacerlos corredentores míos en la lucha contra el poder de las Tinieblas, en una cruzada sin interrupciones, conducida con sabiduría, inteligencia y constancia usando las armas indica­das por Mí con la palabra y sobre todo con el ejemplo.

No hay alternativas. Si en mi Iglesia se hubiera hecho buen uso de estas armas, bien otra sería hoy la situación en el mundo. Satanás domina porque no ha sido obstaculizado en su avance.

Ser corredentores quiere decir (¡si lo entendieran bien obispos y sacerdotes!) seguirme en el camino seguro de la humildad, la pobreza, del sufrimiento, del amor, de la obediencia y de la paternidad firme y estable en defensa de la verdad de la que ellos con mi Vicario son depositarios y custodios, en defensa de la justicia tan conculcada y denigrada.

No pueden los obispos ignorar ni siquiera por un ins­tante que se nace para morir y que se muere para iniciar la verdadera vida, la vida eterna. Es a ésta hacia donde hace falta dirigir mente, corazón y energías; a esta vida eterna que el Padre ha preparado y pagado con la humi­llación de la Encarnación mía y de mi Inmolación en la Cruz.

No pueden los obispos ni mis sacerdotes ignorar u ol­vidar que el Enemigo del hombre no se da tregua, sino que día y noche lanza sus ataques para arrastrar las almas a la perdición.

No con las obras exteriores, no con la herejía de la acción ni con otros medios inadecuados a la áspera lu­cha contra un Enemigo mucho más fuerte y potente que ellos...

No se debe subestimar

Yo he trazado el plan de defensa que ellos no han sabido llevar a cabo; mirándome y siguiéndo­me en la Cruz, podrían sacar fuerzas para hacer frente y vencer a su Adversario que no se debe subestimar.

Hijo, las contradicciones que se dan en mi Iglesia, la anarquía imperante, el trastorno y perversión de la doctrina y de la moral, la desorientació n en la que andan a tientas sacerdotes y fieles, no son sin cau­sa.

¿Quieres algún ejemplo? Observa las salas de cine. En la iglesia se habla un lenguaje, en el cine, considerada la estructura esencial, se habla otro opuesto.

En la iglesia se habla de Dios; en las salas parroquia­les se divulgan a menudo el materialismo, la sensualidad, la violencia.

En el mensaje precedente he dicho: mejor sin sacer­dotes antes que transformar el seminario en viveros de he­rejes. ¿De quién es la responsabilidad de tanto mal? ¿De este caos? Una parte considerable recae sobre los que disponiendo de los poderes necesarios, no han actuado.

Esta insensatez es tremenda. Están inactivos, desar­mados frente a la fascinante avanzada de las fuerzas del Mal.

Sin embargo Yo he vencido al mundo. Mi Madre ha aplasta­do la cabeza de la Serpiente por su humildad. Solamente unidos a Mí en la humildad, pobreza, obedien­cia y sufrimiento, se puede vencer al Enemigo de vues­tras almas.

Pero, tranquilo vivir, respeto humano, intereses, temor a perder el favor de la gente, han vuelto ciegos a aquellos que debían ser guía y luz de las almas.

Lo que se dice del cine se puede por desgracia decir, de otras dolorosísimas situacio­nes, por ejemplo: la enseñanza religiosa en las escuelas confiada a sacerdotes herejes.

¡Sí! Cuántas semillas se han arrojado en el alma de muchachos y muchachas en la edad más crítica y no siem­pre por sacerdotes de vida ejemplar.

Mejor habría sido con­fiar esta delicadísima misión a buenos laicos (y de ello mucho bien hubiera venido) antes que a sacerdotes trocados en demonios, en lobos rapaces.

La rigidez que tantos pastores han usado para sofocar en el silencio muchas intervenciones mías y de mi Ma­dre en esta hora de tinieblas, en esta hora de Barrabás, podía haber sido usada con razón en bien diversas circunstancias con resultados mejores.

Errores e inmoralidad son divulgados por medios propagandísticos directa e in­directamente en las estructuras parroquiales ¿Los obispos no han comprendido este problema central de la Iglesia?

¿No se dan cuenta de que ellos mismos han abierto de par en par las puertas al Adversario del cual ahora demuestran no conocer sus astucias, sus insidias, sus trampas, su potencia y sus seducciones?

¿No se dan cuenta de las tremen­das contradicciones de las que está embebida su pastoral? El Enemigo ha desatado una gran batalla con el materialismo, que es como su encarnación; ha triunfado en sus ataques sin encontrar sino débiles contraataques.

Urge poner remedios

Hijo mío, con gran amargura debo ha­cer esta llamada, porque urge poner remedios para preparar los ánimos con la oración y la penitencia.

La hora de la Misericordia está para ceder a la hora de la Justicia. Es necesario poner remedios preparando las al­mas con el volverlas conscientes, de que la hora grave que está a punto de sonar, no de­be ser imputada a mi Padre, sino a su pecado y a su desarme contra las fuerzas del Mal.

Es necesario obrar sin vacilación para que muchas al­mas no sean arrastradas por la oscuridad de la noche que está por sobrevenir.

¡No temas! Grítalo fuerte, que los hombres tienen oídos para oír y no oyen, tienen ojos para ver y no ven. La luz se ha extinguido en sus corazones.

Pero ¡no prevalecerán las fuerzas del Mal! Mi Iglesia será purificada de las locuras de la soberbia humana y, al final, el amor de mi Madre y vuestra también triunfa­rá.

Te bendigo, hijo. Reza, reza y ofréceme tus sufrimien­tos.

jueves, 8 de octubre de 2009

PIDE Y SE TE DARA, LLAMA Y SE TE ABRIRA, BUSCA Y ENCONTRARAS

Lucas 11,5-13.
Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a
él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes,
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle',
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está
cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para
dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo,
se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo
necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y
se les abrirá.
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide
pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente?
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más
el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan".

sábado, 3 de octubre de 2009

LEVANTO MIS MANOS

ESTA CANCION , ES PARA CUANDO NOS FLAQUEA LA FE, Y SE NOS DESMORONA LA VIDA Y LAS ESPERANZAS.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Domingo XXIII


EL TEXTO DE ISAÍAS


Este poema de Isaías expresa un precioso símbolo de la bendición que significa la presencia de Dios. En la profecía de Isaías se incluyen varios poemas. Además de ser un hombre profundamente inspirado, el autor es un literato y un poeta magnífico. Este canto es un anuncio "profético", en el sentido de que se expresa la fe en la superación futura de todo mal. Es la misma idea que se representa en relato del Paraíso... hasta la visiones de "LA TIERRA NUEVA Y EL CIELO NUEVO" del Apocalipsis. Más que anuncios del futuro son actos de fe en Dios, el que salva del mal, del caos, de la muerte...
El contexto del canto es El Destierro (razón por la cual el texto no parece ser de Isaías, muy anterior, sino del "segundo Isaías", interpolado más tarde). El pueblo desterrado recibe la promesa del regreso a una Tierra Ideal. Se presenta esta restauración con preciosas imágenes de una naturaleza idílica, la supresión de toda enfermedad, la abundancia, el triunfo de Sión. Dios lo hará.
Textos como éste van a dar lugar, por corrupción, a una esperanza mesiánica deformada. Se entienden los signos como realidades, y se va a esperar un Mesías que realice físicamente todas esas promesas de triunfo exterior, de reconstrucción - para Israel por supuesto - del "Paraíso en la Tierra".
Nosotros entendemos el sentido más espiritual del Destierro - imagen de la vida en oscuridad, privada de la evidencia de Dios - y del Retorno - imagen de la Patria, la restauración de nuestra condición humana en libertad, como Hijos de Dios en la Casa del
Padre.

LA CARTA DE SANTIAGO
No necesita explicación especial. Es interesante ver cómo existían ya estos problemas de "acepción de personas" precisamente en aquellas primeras comunidades, presentadas tantas veces (sobre todo en LOS HECHOS) como ideales y perfectas. En este párrafo encontramos una idea común de estos tiempos: la constancia de que los pobres y sencillos han recibido mejor La Buena Noticia.

EL EVANGELIO DE MARCOS
Presenta a Jesús en la región de Fenicia, junto a Sidón, al norte, camino del Mar de Galilea (aunque el itinerario que marca el texto no parece muy acorde con la geografía del país). Cura a un sordomudo, intentando que la curación quede en secreto, a pesar de lo cual todo se divulga provocando el asombro general.
Curiosamente, éste es uno de los pocos milagros (3 en total) narrados por Marcos y no recogidos por Mateo. Se repiten en el relato varias actitudes características de Jesús ante los enfermos: se detiene, se lo lleva aparte, le toca, le cura. Y le manda que lo mantenga en secreto. Es frecuente en el evangelio de Marcos lo que se llama "el secreto mesiánico". Jesús pretende que sus milagros no se divulguen. Se ha interpretado - en el contexto general de Marcos - como un intento de Jesús de evitar la popularidad fácil, el mesianismo político, el entusiasmo exterior de las gentes. Jesús no es el Mesías milagrero que da de comer a multitudes y sana toda enfermedad, no es una panacea para el bienestar físico del pueblo, ni un candidato al poder político. Jesús oculta sus acciones y cada vez más dirige sus actos y sus palabras hacia el grupo reducido que va a entender la esencia del mensaje.
Sin embargo, el comentario de la gente es significativo: todo el mundo está admirado de las obras de Jesús: nadie ha hecho milagros como este hombre. La reacción de la gente va a ser de entusiasmo hasta querer hacerlo rey (Juan 6,15). Cuando Jesús rechace este tipo de Mesianismo, cuando la gente se dé cuenta de que Jesús no propone este tipo de triunfo sino el triunfo sobre el pecado, la conversión, la popularidad de Jesús disminuirá.
Se ha llamado a esto "la crisis galilea", reflejada en Juan 6 a propósito del "sermón del pan de vida", que hemos leído durante los domingos anteriores.



R E F L E X I Ó N


El evangelio de hoy y el texto de Isaías nos llevan a reflexionar sobre la esencia del mensaje de Jesús, de la Palabra de Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento, y de nuestra propia religiosidad. La pregunta última es: "¿qué esperas de Dios?". Y la respuesta es, quizá: "que me libre del mal". O, mejor aún, "que me ayude a conseguir felicidad". La felicidad del ciego es ver; la felicidad del sordomudo es oír y hablar. Eso es lo que esperan de Jesús. Eso es lo que Jesús les da, y sacan la conclusión de que ésa es la misión del Mesías: que nos proporcione la felicidad tal como nosotros la entendemos.
Pero es exactamente eso lo que rehuye Jesús, ése es el mesianismo que rechaza.
Lo esencial del tema del secreto mesiánico está en lo que puede parecer sólo un hábil juego de palabras. Los judíos, al ver los milagros de Jesús, están dispuestos a aceptar que Jesús es el Mesías, el que ellos esperaban, la solución de todos los problemas, de la enfermedad, del hambre, de la injusticia, de la opresión romana... de todo. Pero Jesús les invita a otra aceptación: tienen que aceptar que el Mesías es Jesús, y no va a ser lo que ellos esperaban, sino otra cosa muy distinta. En esta misma línea se inscriben las predicciones de la pasión, el rechazo que de ellas hacen los discípulos, la recriminación de Pedro a Jesús y la violenta respuesta de Jesús a Pedro. Finalmente, el rechazo oficial de fariseos, doctores y sacerdotes constituirá la negativa completa del Israel a aceptar ese Mesías.
Como casi siempre, las situaciones históricas reflejadas en los evangelios adquieren carácter simbólico, representativo de los dramas religiosos de nuestra propia conciencia y de la vida de la iglesia. El problema de aquellos judíos respecto a Jesús es también nuestro problema, y uno de nuestros problemas más íntimos. Aceptar a Dios como es, como se manifiesta, no como a mí me gustaría que fuera.
En los milagros, el objetivo de Jesús no es primariamente la salud del enfermo, sino la manifestación de que "Dios está aquí", en Jesús, y de que es "EL MÉDICO", no el juez. Y la presencia de Dios en Jesús no consiste en hacer de esta vida un paraíso, sino en hacer que esta vida sirva de camino al Paraíso. Esta vida no es un Paraíso. Aquí está el mal, presente como dolor, pobreza, muerte, injusticia, falta de libertad ... pecado. Y eso no lo arregla Dios con milagros. Lo experimentamos todos los días. El Pueblo de Israel descubrió esta dificultad y la expresó con tremenda fuerza en el Libro de Job, el justo agobiado de desgracias, situación incomprensible para la fe primitiva.
Así, el MILAGRO DE LOS MILAGROS consiste precisamente en creer en Dios a pesar del mal. Nuestra razón exige que si Dios existe no exista el mal. Jesús manifiesta que Dios es nuestra fuerza contra el mal… y que nos necesita para liberar del mal a los demás.
Éste es el núcleo básico de la fe cristiana: el conocimiento de Dios, de que Dios es eso, no lo que nuestra razón se imagina. Este es el trasfondo último de los tres mandamientos del primitivo Decálogo:

NO TENDRÁS OTRO DIOS DELANTE DE MÍ
NO TE HARÁS IMÁGENES DE DIOS
NO USARÁS EN VANO EL NOMBRE DE DIOS

que vienen a significar lo mismo: no te imagines a Dios ni lo uses para lo que crees que te conviene: escucha la Palabra y descubre cómo se manifiesta Dios. Y Dios se manifiesta en Jesús, "el que todo lo hizo bien, el que pasó haciendo el bien, curando, enseñando...". La fe consiste en aceptar ese Dios. Su consecuencia para nuestra vida es también evidente: nuestra fe en Dios no sirve para hacer más confortable nuestra vida (que es lo que pedimos en nuestras oraciones) sino para comprometernos en hacer nuestra vida útil; eso es "salvar la vida". Solemos pedir a Dios que nos libre del dolor, de la pobreza ... y Dios nos enseña a usar el dolor, la pobreza... y, lo que es más difícil, a usar el placer y la riqueza, que también amenazan - quizá más - nuestra libertad.



PARA NUESTRA ORACIÓN


Nuestra búsqueda de felicidad, nuestras peticiones a Dios para que nos ayude a conseguirla, nos conducen a preguntarnos qué concepto de felicidad tenía el mismo Jesús. Y lo sabemos, tenemos su “código de felicidad”.
"Bienaventurados", o "dichosos, felices"... un "código de felicidad según Jesús". No un código moral, no unos preceptos a cumplir, sino una exclamación de Jesús traducible por "¡cuánto más dichosos serías si fuerais más pobres, si aprendierais a sufrir, si fuerais limpios de corazón, si supierais perdonar...!"
Debemos compararlo con nuestros criterios de felicidad, y darnos cuenta de que nuestro corazón está escasamente convertido, de que seguimos sirviendo a dos señores. El señor principal es nuestro modo de pensar sobre la vida y la felicidad, nuestra búsqueda de bienestar aquí, nuestra manera de entender a Dios como remedio de mis males de aquí y proporcionador de éxitos que deseo.... El otro señor es Jesús, la Palabra; pero le servimos en cuanto sea compatible con el primero.
Un sangrante ejemplo es nuestro tipo de sociedad: nosotros somos ricos, gastamos, deterioramos el planeta, producimos la miseria del resto del mundo. Conmovidos por la miseria de los demás y movidos por la palabra de Jesús, ayudamos un poco, con lo que nos sobra, a otros seres humanos. Pero nunca ponemos en cuestión nuestro tipo de sociedad, nuestro tipo de explotación del mundo, nuestro tipo de consumo. ¿A quién servimos primero?

viernes, 7 de agosto de 2009

TRES JORNADAS EN LOURDES

La Renovación Carismática Católica de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes invita a tres jornadas parroquiales de Evangelización, Crecimiento y Sanación interior , Lema : "Proclamen que el Reino de Dios esta cerca" Mt. 10,7
Estas se realizaran en el templo de Lourdes (Av. Rocha 1290) los días 15, 22, 29 de agosto de 15 a 17,30 horas.
Para mayor información llamar al teléfono 442170 o 15518356.

martes, 21 de julio de 2009

Por un destello de tu gloria

object width="425" height="344">

jueves, 9 de julio de 2009

NUEVA ENCICLICA PAPAL."CARITAS IN VERITATE"

CONCLUSIÓN

78. Sin Dios el hombre no sabe donde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Y nos anima: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia. Pablo VI nos ha recordado en la Populorum progressio que el hombre no es capaz de gobernar por sí mismo su propio progreso, porque él solo no puede fundar un verdadero humanismo. Sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero. Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano,[157] que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios. La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil —en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos—, protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento. La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos, aun cuando no se realice inmediatamente, aun cuando lo que consigamos nosotros, las autoridades políticas y los agentes económicos, sea siempre menos de lo que anhelamos[158]. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro Todo, nuestra esperanza más grande.

79. El desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo, no es el resultado de nuestro esfuerzo sino un don. Por ello, también en los momentos más difíciles y complejos, además de actuar con sensatez, hemos de volvernos ante todo a su amor. El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Todo esto es indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (Ez 36,26), y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del hombre. Todo esto es del hombre, porque el hombre es sujeto de su existencia; y a la vez es de Dios, porque Dios es el principio y el fin de todo lo que tiene valor y nos redime: «el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Co 3,22-23). El anhelo del cristiano es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como «Padre nuestro». Que junto al Hijo unigénito, todos los hombres puedan aprender a rezar al Padre y a suplicarle con las palabras que el mismo Jesús nos ha enseñado, que sepamos santificarlo viviendo según su voluntad, y tengamos también el pan necesario de cada día, comprensión y generosidad con los que nos ofenden, que no se nos someta excesivamente a las pruebas y se nos libre del mal (cf. Mt 6,9-13).

Al concluir el Año Paulino, me complace expresar este deseo con las mismas palabras del Apóstol en su carta a los Romanos: «Que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo» (12,9-10). Que la Virgen María, proclamada por Pablo VI Mater Ecclesiae y honrada por el pueblo cristiano como Speculum iustitiae y Regina pacis, nos proteja y nos obtenga por su intercesión celestial la fuerza, la esperanza y la alegría necesaria para continuar generosamente la tarea en favor del «desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres»[159].

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 29 de junio, solemnidad de San Pedro y San Pablo, del año 2009, quinto de mi Pontificado.



BENEDICTO XVI

lunes, 6 de julio de 2009

RECORDAD ESOS PRIMEROS DIAS.....

Por el P. Raniero Cantalamessa)





* La Renovación Carismática es para toda la Iglesia
* La Renovación Carismática es para lo "fundamental" de la vida cristiana
* Valor y ...¡pongámonos a trabajar !
__________________


Me gustaría volver nuestra atención a ciertas áreas oscuras que hacen surgir, me parece, preocupaciones sobre la Renovación Carismática Católica, o, si preferís, ciertos peligros que deberíamos afrontar.
* La Renovación Carismática es para toda la Iglesia
Hay países donde la Iglesia está muy polarizada. Por una parte están aquellos que han llegado a ser definidos como liberales, progresistas o innovadores; por otro están los tradicionalistas o conservadores. Todo se juzga según esta medida. Es un poco como solía ser entre nosotros, los italianos, hasta hace poco, cuando todo se medía según si era Comunista o Cristiano-demócrata.
La palabra "liberal" en el mundo de habla inglesa, y especialmente en los Estados Unidos, tiene un significado que es un poco diferente del significado que tiene en otros sitios. Significa aquellos que están más abiertos a la novedad. Entre ellos hay algunos cuyas posiciones son francamente inaceptables y extremas. Pero también están los que simplemente se identifican con el Vaticano II, el cual les gustaría ver puesto en práctica con un poco más de valentía en lo que respecta al pluralismo, el diálogo intercultural y la cuestión de la descentralización.
En el lado opuesto, como reacción a cosas que se ven como demasiado innovadoras y secularizadas, se ha desarrollado una corriente que está fuertemente sujeta a la teología y las prácticas del pasado. Aquí también existe un espectro completo, que va desde conocidos extremistas a gente perfectamente equilibrada y llena de celo y amor por Cristo y la Iglesia. Dentro de límites razonables este tipo de tensión no es sólo legítimo sino necesario, ya que ninguna persona, sola, puede realizar por sí misma, las exigencias de fidelidad y progreso de igual medida.
¿Cuál es el peligro en lo que se refiere a nosotros? Que la Renovación Carismática, que nació para la renovación de toda la Iglesia, acabe identificándose pura y simplemente con un segmento de la Iglesia, el más conservador. Leyendo publicaciones religiosas de diversos países, está claro para mí que algunas de ellas ven los nuevos movimientos eclesiales, incluyendo la Renovación, como fuerzas conservadoras, por no decir totalmente reaccionarias.
Esto hace mucho daño. La Renovación Carismática es un don para toda la Iglesia, no sólo para una parte en particular de ella, y así debe seguir. En efecto, en sus primeros días, como todo movimiento "profético", fue visto como un gran signo de novedad y apertura, un empuje hacia delante en diversos frentes, incluido el alcance ecuménico. Como tal, fue bienvenido por la jerarquía de la Iglesia Católica, y no tiene necesidad de cambiar su apariencia para hacerse aceptable. El Cardenal Suenens, que durante años fue su principal defensor y portavoz eclesiástico, fue, durante y después del Concilio, uno de los promotores más autorizados de la necesidad del "aggiornamento": dar un impacto contemporáneo a las prácticas y creencias de la Iglesia.
Y ahora, es con una pena infinita que veo que la Renovación Carismática ha terminado confinada sólo a una parte de la Iglesia, y considerada por el resto como algo tan ajeno que se sienten completamente justificados de evitar cualquier contacto con ella. Dejadme que lo diga otra vez, la Renovación Carismática nació para renovar toda la Iglesia y no sólo a una parte de ella. Cuando digo "toda la Iglesia", quiero decir, naturalmente, la Iglesia que se posiciona firmemente en la línea central de la ortodoxia y el magisterio; que está preparada, si es necesario - en uno u otro lado - a someterse obedientemente a la autoridad señalada (el obispo o el papa, sea cual sea el caso), pero no antes de haber dado testimonio profético a las metas que están cerca de su corazón, según la dialéctica sólida que siempre ha sido la fuerza de la Iglesia Católica y la raíz de su capacidad para la autorenovación.
Necesitamos enfrentarnos directamente a esta situación y hacer lo que tenga que hacerse para evitar que se extienda todavía más, y para corregirla donde se haya establecido. Esto no es una cuestión de adoptar ésta o aquella postura, sino de ser fieles al Espíritu que no tiene miedo de las diferencias y que siempre puede, según Ireneo, "crear una bella sinfonía de muchas voces", como lo hizo el día de Pentecostés.
* La Renovación Carismática es para lo "esencial" de la vida cristiana
El segundo peligro es el "devocionalismo". Aquí también necesitamos recordar cómo empezó todo. La Renovación Carismática nació con un impulso poderoso para volver a lo esencial de la vida cristiana: el Espíritu Santo, el Señorío de Cristo, la Palabra de Dios, los Sacramentos, los carismas, la oración, la evangelización. Este es el secreto de su poder explosivo. Esta característica de la Renovación está claramente demostrada por el hecho de que no tiene fundadores reconocidos, ni ninguna "espiritualidad" especial, sino que simplemente acentúa lo que debería ser común y "normal" para toda persona bautizada.
Esta ha sido mi experiencia personal y, estoy seguro, de que ha sido la misma para muchos de vosotros. La Biblia se convierte en palabra viva, exhalada por Dios y que exhala a Dios, como solía decir San Ambrosio. Recuerdo una definición de la Renovación Carismática dada por alguien en aquellos primeros días, que siempre me ha parecido la más verdadera: "¡Devolver el poder a Dios!". Lo que nos convenció fue que nos encontramos claramente en la presencia de la acción santa de Dios. ¡Dios presente y activo en la historia! Ese fue el milagro que siempre llenó a los profetas bíblicos de asombro y les hicieron saltar de alegría: "¡Gritad, cielos, de júbilo, porque Yahvéh lo ha hecho! ¡Clamad, profundidades de la tierra!" (Isaías 44 23).
"Volver a los fundamentos", como dicen. Volvamos una vez más a ofrecer a la Iglesia ese gusto por lo que es esencial. La obra básica del Espíritu es su actividad santificadora (ver 2 Ts 2 13; 1 P 1 2), por la que transforma a los seres humanos, dándoles un corazón nuevo, no el corazón de esclavo sino el corazón de hijo de la familia de Dios. Luego viene su actividad carismática, por la cual distribuye una diversidad de dones para bien de la comunidad. Esto es lo que hizo en Pentecostés: transformó a los apóstoles, haciendo de ellos hombres nuevos, luego les hizo hablar en lenguas y profetizar, y les dio todos los dones que necesitarían para su misión. También en la Renovación Carismática, necesitamos respetar esta jerarquía: la santificación personal debe venir primero, y sólo entonces, en segundo lugar, la experiencia de los carismas. El Espíritu Santo no se propone meramente limpiar el vestido de su Esposa, la Iglesia. Su primer objetivo es sobre todo renovar su corazón.
¿Por qué creo necesario mencionar todas estas cosas? Creo que las palabras de la carta a los Hebreos están dirigidas también a nosotros: "Traed a la memoria los días pasados, ... No perdáis ahora vuestra confianza..." (Hb 10 32.35). La Renovación Carismática, y en general el catolicismo, corre el peligro de volver a ser demasiado tupida y sobrecargada, después del gran esfuerzo del Concilio para restablecer la simplicidad y lo esencial en la doctrina y en la práctica. En muchas cosas, por ejemplo en la devoción a María, el Concilio buscó volver a traer a la práctica Católica una sobriedad que se perdió en el curso de los siglos, especialmente durante la época de la Contrarreforma.
Poco a poco hemos visto perderse este fruto del Concilio. Ha habido una vuelta a una insistencia excesiva sobre lo que es opcional. La misma Renovación Carismática se ha visto absorbida por esta vorágine, hasta tal punto que en algunos lugares se ha visto identificada meramente por asociación con ciertas devociones, apariciones, individuos y mensajes particulares. Algunas de estas cosas son en sí mismas bastante legítimas, y signo de la riqueza de la Iglesia Católica, pero necesitan mantenerse dentro de su propio ámbito y no ser impuestas a todos y cada uno como medida del grado mayor o menor de su "catolicidad".
Esta no es una cuestión de tomar posiciones contra cualquiera de estas cosas. El tema es si la Renovación Carismática debería caracterizarse por este tipo de cosas, o por otra cosa. Ya tenemos todo lo que necesitamos para hacernos santos y extender el Evangelio. Incluso en el tema de la devoción a María, si tomáramos en serio y profundizáramos en nuestra apreciación de lo que la Escritura y la tradición litúrgica y dogmática de la Iglesia tienen que ofrecer (por ejemplo, el título de "Madre de Dios" ), seríamos capaces de ofrecerle a ella toda la honra que deseamos, sin sentir ninguna necesidad de correr tras el último mensaje o aparición. De este modo, haríamos nuestra devoción a María más aceptable para otros cristianos, y estaríamos apresurando el día en que, en vez de ser objeto de división, ella se convirtiera en un factor positivo para la unidad de los cristianos. (¿No será la armonía entre sus hijos lo que una madre más desea?)
Nuestra tarea como guías espirituales es ayudar a nuestros hermanos y hermanas a estar abiertos a los grandes misterios de la fe, y nunca a encerrarse en cualquier devoción efímera, que nunca puede servir para reevangelizar al mundo. Concentrarse en lo esencial no quiere decir privar a los fieles de todo espacio para la expresión libre, o a toda preferencia personal, y reducirlo todo a una igualdad blanda. Por supuesto que hay sitio para cultivar también la devoción personal de uno, pero esto necesita mantenerse dentro del ámbito de lo personal. No debemos confundir lo que se exige a todos con cosas que deben dejarse a la elección personal.
* Valor y.... ¡pongámonos a trabajar!
Me gustaría finalizar con una nota alentadora. En algunas lugares existe la percepción de que la Renovación Carismática está paralizada, o disminuyendo, perdiendo entusiasmo y gente. Es verdad, y es normal en movimientos de este tipo. No están hechos para convertirse en instituciones, sino como dijo una vez el difunto Cardenal Suenens, para transmitir un impulso, "una corriente de gracia", y luego si fuera necesario desaparecer, como una carga eléctrica que se dispersa en una masa de materia. Sin embargo, una cosa permanece hoy igual que en los primeros días de la Renovación Carismática, y es el poder del Espíritu Santo. "¡El brazo del Señor no se acorta!" Vemos que hoy produce, en aquellos que entran en contracto con él por primera vez, exactamente los mismos efectos que en los primeros días. Cada vez que le hemos dejado actuar, cada vez que provocamos ocasiones adecuadas para su venida, donde la gente se reúne como en el Cenáculo con fe expectante, él realmente baja. Yo he tenido la oportunidad de verlo otra vez muy recientemente. Cada vez es un mundo completamente nuevo que se abre ante la persona que lo recibe.
Signos visibles de la venida del Espíritu son generalmente el renacer de la valentía, de la esperanza y de la alegría. Incluso en opinión del público en general, se ve a la Renovación Carismática como un movimiento de gente alegre, que aplauden o levantan sus manos, que parecen transformadas, con caras sonrientes, casi extáticas. La alegría es de hecho uno de los signos o frutos del Espíritu. Espero que todos cultivemos los signos: valentía, esperanza, alegría; y evitemos los peligros que he intentado traer a vuestra atención (si mi tono ha sido algo despótico, por favor perdonadme).
Que el Espíritu Santo nos ayude a llevar con nosotros la llama de Pentecostés, no mitigada, al nuevo milenio, para que pueda seguir transformando las vidas de muchos hombres y mujeres de nuestra época, y les lleve a todos a Cristo.
Reflexiones sobre la R.C.C, presentadas en el Encuentro de Sacerdotes promovido por la Coordinadora Nacional italiana para la Renovación en el Espíritu (Roma, 28 de septiembre de 1999)

viernes, 19 de junio de 2009

En la tormenta, aunque no lo veamos, Jesús nos sostiene



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 35-41



Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»
Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?»
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

jueves, 4 de junio de 2009

Defectos que debe evitar el servidor

Defectos que debe evitar el servidor
Vamos a señalar algunos de los defectos que típicamente contradicen su condición de servidor.
I.- Entrega Incompleta
Hebreos 6,1-3, nos dice, entre otras cosas: “. . . elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento, de las obras muertas y de la fe en Dios”.
Un dirigente no debe estar estancado todavía en el camino de su conversión y de su completa sumisión a Jesucristo. ¿Cómo vamos a andar todavía por el principio?
Se supone que hemos dejado atrás ya el hombre viejo, y la elemental lucha en contra el pecado, nuestras vacilaciones en la fe y nuestra cesión de predominio a la carne.
No podemos ser servidores si estamos aún dudando, en medio del camino, como perdidos en la selva de nuestros apetitos. Que no estemos volviendo atrás a cada momento. Pues el que pone la mano sobre el arado y mira para atrás, no es digno de Jesús. Y corroborando esto, Pablo ordena: “elevémonos a lo perfecto”.
II.- Competir
Quien aún está en proceso de competir, es alguien que no reconoce la doctrina del Cuerpo (Ef 4,7), avienta toda envidia, cuando dice: “A cada uno le ha sido concedido el carisma a la medida del don de Cristo”.
La competencia, en verdad, es una de las armas preferidas por Satanás. Y para ello usa a quienes aún no están completamente entregados al Señor y aún luchan y trabajan para sí mismos.
El que compite, sufre y alimenta rencor, porque cree que cada éxito ajeno es injusto, es un hurto del propio éxito.
III.- Trabajar para un grupo y no para la Iglesia
Este es un defecto demasiado frecuente. Podemos creer que la finalidad es engrandecer un Movimiento, o una parroquia o una congregación.
Esto es algo tan ridículo como lo que Pablo nos señala en I Corintios 1,11-13. Partidismo y no Cuerpo. Facciones y no Iglesia. Germen de escisiones y espíritu cismático. “Yo, de Pablo. Yo, de Apolo. Yo, de Cefas”. ¡Qué absurdo!
Hay quienes no participan de una misión porque no son ellos los que la han organizado. Hay pastores que prefieren que sus ovejas no crezcan en conocimientos, en fe o aún en santidad, con tal de que no se vayan de sus parroquias quizás, o de sus asociaciones o grupos. ¡Qué triste y qué frecuente!
El Señor ofrece muchos instrumentos de salvación. Encerrarse en alguno es como una cierta idolatría. Y al hacerlo, pretendemos encerrar al Espíritu. No sabemos ser amplios, usar todos los instrumentos, gozarnos con el aporte que cada uno puede hacer del propio carisma. No llegamos a descubrir que no estamos al servicio de ningún instrumento para edificar el Cuerpo, sino que estamos al servicio del Cuerpo, para lo cual simplemente usamos por hoy un instrumento que el Señor mañana puede disponer sustituir.
Cuando se da este sectarismo, se producen dos consecuencias:
Uno es que el sectario cree que tiene propiedad sobre un grupo de personas dentro del grupo mayor. Por eso, cuando él se siente incómodo y quiere irse, cree que debe retirarse todo su grupo. Es lo que antes decíamos: espíritu cismático, que hace mucho mal y no trae bien a nadie. Lo hemos visto varias veces; y hemos visto que el grupo ha terminado cayendo inevitablemente en la nada.
Otra consecuencia es que seremos testigos de “campañas políticas” internas. El que trabaja para un grupo o asociación, hace política. No evangeliza, sino proselitiza. Murmura. Lanza sospechas o indirectas para disminuir al adversario. Está haciendo lo mismo que los políticos en el mundo.
IV.-Defender una imagen
Están trabajando para sí. Cultivan la vanidad. Buscan aparecer, ocupar puestos, cosechar aplausos y halagos. “... se disfrazan de apóstoles de Cristo” (II Corintios 11,13). Las palabras de Pablo, a este respecto, son bruscas y nos golpean el corazón (Gálatas 1,10):
Porque, ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo.
En estos casos, descubrimos dos consecuencias:
Primero, el que así procede no sabe reconocer sus errores. ¡Claro, no va a rebajar su imagen!
Y otra consecuencia lógica es que no sabe pedir perdón cuando ha hecho algo malo, o cuando por defender su imagen ha disminuido a otro.
V.-Temer el Poder del Espíritu
Nos referimos a temer que ese poder se manifieste en otros. Pues el poder de Dios se le escapa al control propio. Y esa otra persona tiene cosas que él no tiene.
Cuando un Servidor siente envidia o temor de perder autoridad, su actuar no se funda en la fe. El Señor puede trabajar de modos imprevistos. Por eso se le vuelve algo inseguro. Produce zozobra. Por eso le teme al poder del Espíritu en otros.
Este es el origen del rechazo de los profetas. Los profetas son molestos, incómodos, no se sujetan, no se adaptan, no son como los otros, son rebeldes, no se puede confiar en ellos, no se sabe con qué van a salir. Tal como lo leemos desde el capítulo 36 de Jeremías en adelante.
San Pablo era un hombre así. “La fuerza de Cristo actúa poderosamente en mí” (Col 1,29). Y todo profeta también es así.
VI.- No tener discernimiento
He dicho alguna vez en broma y enserio que un líder sin discernimiento es como un mono con navaja. Es algo peligroso. Lo que acepta, lo acepta fiándose de lo externo. No tiene penetración para juzgar con la mente de Cristo.
Así obró Pedro, cuando en Antioquía se separa de los gentiles por temor a los judaizantes. (Cf. Gálatas 2,11-14). Pablo reprocha a los Gálatas que se dejen guiar por las obras de la ley, por la carne, y no por la fe. (Gál 3,1-5). Muchas prepotencias de algunos dirigentes, más que un exceso de autoritarismo es una falta de discernimiento.
VII.- Esperar Iniciativa Ajena
Es el caso de aquel que aguarda, que no se juega, que esta de observador. Espera que los demás digan y que los demás hagan. Luego, Si está de acuerdo, también el lo dice y lo realiza; si no está de acuerdo, no. Siempre se reserva el derecho de juzgar. Parece que su tarea, más que arriesgar, más que salir delante de las ovejas, como un buen pastor (cf. Juan 10, 4), es juzgar. El mira desde atrás y no se mancha. Se reserva la aprobación; decir qué está bien o qué está mal. Pero el no empieza; no toma la iniciativa, no arremete ni afronta el peligro.
VIII.- Apoyarse en el cargo
Su respaldo está en su cargo, en su nombramiento, y no en sus dones de servicio. Por ejemplo, si es sacerdote, se apoya en que es sacerdote, que consagra la Eucaristía, que tiene un título, y no en que lo que dice es del Espíritu. Si es Responsable del Grupo, se apoya en su cargo; y aún en sus dificultades o discusiones con otros, aprovecha su posición para tener razón. Otro puede apoyarse en sus relaciones; por ejemplo en su amistad con el Obispo. Otro en su riqueza; o en su título profesional. Contra esto, San Pablo nos dice: “Nosotros no podemos atribuirnos como propia cosa alguna. Sino que nuestra capacidad es la que viene de Dios” (II Corintios 3,4-6). Verdaderamente, la falla aquí consiste en creernos que el cargo nos pertenece. Carencia de pobreza de espíritu. Podemos pensar que somos dueños del cargo. Que lo merecemos; que es propiedad de nosotros. Se trata de una forma injusta e irritante de ejercer dominio. Un ejercicio constante de tal defecto, mantiene un grupo apocado, sin germen de liderazgo futuro.

domingo, 17 de mayo de 2009

Ven Y sigueme...


Ven y sígueme...

Jesús tuvo muchas oportunidades de conocer y encontrarse con la gente mientras predicaba.

Muchos venían a Jesús en busca de alguna curación, como el leproso, que, arrodillándose delante suyo, le dijo: "Señor, si quieres, tú puedes limpiarme" (Mt 8, 2), o el ciego de Jericó, quien al enterarse de que Jesús estaba pasando por allí, gritó sin parar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 48).

Otros, en cambio, buscaban encontrar algo en Él que quizás no sabían explicar. Así, el pequeño Zaqueo "quería conocer a Jesús" (Lc 19, 3), y con firme decisión subió a un árbol para poder verlo, pues el gentío lo tapaba y no se lo permitía.

A lo largo del tiempo, todos nos hemos encontrado con Jesús en el camino, y podemos decir que tuvimos, una o mil veces, la oportunidad de conocerle. ¿Cuál es tu caso? ¿Lo andas buscando, o te has topado con Él sin quererlo?

Pues cualquiera que sea tu realidad particular, estás hoy ante la gran decisión de tu vida: "Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia... Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida" (Dt 30, 15.19).

Si vienes a Él movido por una situación difícil, debes saber que Jesús te quiere ayudar y darle a tu vida el sentido que puede estar necesitando.

Si lo que te acerca a Cristo es una circunstancia favorable, comparte esa felicidad con quien más te ama, y descubrirás que la fuente de esa bendición es Cristo mismo.

En uno u otro caso, hay Verdades Fundamentales que todo cristiano debe conocer. Éstas son:

1. DIOS TE AMA

Sí, y lo hace de una manera personal, incondicional y, además, quiere lo mejor para ti. Para el Señor, el amor es darse, y darse totalmente, hasta el punto de dar la propia vida por sus amigos, que es la forma más perfecta de amar (Cf. Jn 15, 13).
Él nos amó hasta el extremo (Jn 13, 1). Él no te ama porque seas bueno, sino porque Él es bueno, y Él es AMOR: «El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (1 Juan 4, 8).

El amor de Dios no te pone condiciones; por ello, Él ni siquiera te pide que primero lo ames, sino que te dejes amar por Él. ¿Lo harás?


2. ERES PECADOR, Y ESE PECADO TE ALEJA DE DIOS
Pecamos porque no confiamos en Dios ni queremos depender de Él, y este pecado nos impide experimentar Su amor. En vez de adorar al Dios verdadero, adoramos ídolos que terminaron por empobrecernos. Estos ídolos eran obras de nuestras manos, de nuestra inteligencia y técnica, que nos llenaron de orgullo, y las adoramos. En fin, nos adoramos de esa forma a nosotros mismos, siendo infieles a la alianza de amor con Dios.
En Dios encontramos a ese Padre bondadoso que está esperando con los brazos abiertos nuestro retorno a la casa paterna a través de la conversión. Pero para ello es necesario el arrepentimiento de nuestra parte. Ese arrepentimiento no sólo es fundamental para el hombre, sino un mandato de Dios. Por ello, reconoce humildemente tu pecado:
«...todos han pecado y están lejos de la presencia gloriosa de Dios» (Romanos 3, 23).




3. JESÚS ES TU ÚNICO SALVADOR
La solución para el pecador es Jesucristo. Él es el único que puede salvarte:
«Para los hombres de toda la tierra no hay otro Nombre por el que podamos ser salvados» (Hechos 4, 12).
Jesús te salva y perdona; ya pagó el saldo pendiente al precio de su sangre. Jesús nos salva –es decir, nos hace libres– de nuestros temores, de nuestro egoísmo, de ese Yo que nunca está satisfecho y pide cada vez más.


Jesús nos salva además del mundo de las apariencias y la mentira en que muchas veces vivimos, y que nos obliga a llevar siempre máscaras puestas: máscara de ser fuertes, exitosos, felices, alegres, santos, ejemplares... Nos salva también Jesús de nuestra vida sin sentido, sin límites, sin dignidad, dominada por el deseo de placer, de acumular poder y dinero.
Pero no sólo son las ataduras personales y terrenales las que nos afectan. Jesús, a través de su muerte en la cruz y de su gloriosa resurrección, venció a los enemigos más terribles que tenemos: el pecado, la muerte y Satanás.


4. ACEPTA LA SALVACIÓN QUE TE OFRECE CRISTO

Cree y conviértete. Jesús ya ganó la nueva vida para ti. Entonces, recíbela creyendo y volviéndote a Él. La Fe es creer en Alguien, en una Persona, que es Jesús. Por ello, PROCÁMALO COMO TU ÚNICO SALVADOR y renuncia a cualquier otro medio de salvación:
«Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se reconoce a Jesucristo para alcanzar la salvación» (Romanos 10, 9–10).

Arriesgarse a ser libre requiere valor, es un acto de fe, pues es mucho más fácil seguir siendo un esclavo de los demás y de las propias ataduras que nos dominan. Pero no busques lo más fácil...
Por nuestro Bautismo, todos recibimos nuestro “boleto ganador” del Gran Premio de la Salvación. Pero si no lo reclamas, ese premio nunca será tuyo.


5. LA PROMESA ES PARA TI
La salvación de Jesús se hace presente por medio de su Espíritu. Con su fuerza, serás su testigo:
«Recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos... hasta los extremos de la tierra» (Hechos 1, 8).
Entonces, pide y recibe el don del Espíritu Santo.
No basta con saber que necesitamos del Espíritu Santo. Tenemos que beber de él. Tiene que ocurrirnos algo, un acontecimiento renovador que nos haga despertar, que inflame nuestra alma de un amor ardiente y nos convierta en esa luz para el mundo que Cristo espera que seamos (cf. Mt 5, 14). Tiene que ocurrirnos lo mismo que a los apóstoles. Tenemos que vivir nuestro “pentecostés personal”.
Esta es la experiencia que llamamos efusión o bautismo en el Espíritu, mediante la cual se libera en nosotros el Espíritu Santo recibido en nuestro bautismo sacramental, y que por descuido y falta de interés de nuestra parte ha permanecido durante mucho tiempo limitado y sin poder ejercer su acción libremente en nosotros. Como producto de este encuentro nuevo, vivo y palpitante con Cristo muerto y resucitado, nos abrimos totalmente a la persona del Espíritu Santo y a su acción en nuestro ser.
Es una verdadera renovación interior que se traduce en un cambio exterior, y que nos mueve a comunicar esta maravillosa experiencia a los demás, como quien pasa a otro una antorcha encendida. La experiencia de la efusión del Espíritu es un verdadero despertar a la vida, el inicio de nuestra vida nueva en el Espíritu.






6. JESÚS ESTÁ EN TU COMUNIDAD
No basta nacer de nuevo, hay que crecer en la Vida nueva. Necesitas por ello integrarte a una comunidad cristiana que alimente tu fe. Cristo está en tu hermano. Por ello, persevera en tu grupo de oración o comunidad. Sobre todo en esta etapa inicial de tu nueva vida en Cristo, es fundamental que te congregues con otros hermanos con quienes puedas compartir tu fe:
«Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en su lugar es parte de él» (1 Corintios 12, 27).

Reflexiona sobre tu compromiso con nuestra Iglesia, y bendice al Señor desde lo más profundo de tu ser, has sido incorporado mediante el bautismo a la única Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él (Lumen gentium 8).
Si tú has encontrado a Cristo en tu Iglesia, si has hallado el camino de salvación, de libertad y de vida eterna en ella, ama a tu Iglesia, identifícate con ella, defiéndela y contribuye a mejorarla con tu aporte, que será tu servicio.



Y AHORA, ¿QUÉ DEBES HACER?
Ora todos los días, sobre todo mediante la alabanza.
Lee asiduamente la Palabra de Dios.
Frecuenta los sacramentos. Asiste con fervor a la Eucaristía dominical.
Persevera en tu comunidad.

www.rccperu.org

domingo, 26 de abril de 2009

Lo reconocieron al partir el pan





Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 35-48



Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes».
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: «¿Porqué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que Yo tengo».
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer? » Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos».
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto».

sábado, 4 de abril de 2009

Comienzo de la Pasión


EN LA PROCESIÓN DE RAMOS

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 11, 1-10



Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ¿Qué están haciendo?, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida».
Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: «¿Qué hacen? ¿Porqué desatan ese asno? »
Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito sea el Reino que ya viene,
El Reino de nuestro padre David!
¡Hosanna en las alturas! »


Palabra del Señor.






No retiré mi rostro cuando me ultrajaban,

pero sé muy bien que no seré defraudado



Lectura del libro de Isaías

50, 4-7



El mismo Señor me ha dado

una lengua de discípulo,

para que yo sepa reconfortar al fatigado

con una palabra de aliento.

Cada mañana, Él despierta mi oído

para que yo escuche como un discípulo.

El Señor abrió mi oído

y yo no me resistí ni me volví atrás.

Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban

y mis mejillas a los que me arrancaban la barba;

no retiré mi rostro

cuando me ultrajaban y escupían.

Pero el Señor viene en mi ayuda:

por eso, no quedé confundido;

por eso, endurecí mi rostro como el pedernal,

y sé muy bien que no quedaré defraudado.


Palabra de Dios.





SALMO RESPONSORIAL 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24




R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?



Los que me ven, se burlan de mí,

hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:

«Confió en el Señor, que Él lo libre;

que lo salve, si lo quiere tanto». R.



Me rodea una jauría de perros,

me asalta una banda de malhechores;

taladran mis manos y mis pies.

Yo puedo contar todos mis huesos. R.



Se reparten entre sí mis ropas

y sortean mi túnica.

Pero Tú, Señor, no te quedes lejos;

Tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.



Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,

te alabaré en medio de la asamblea:

“Alábenlo, los que temen al Señor;

glorifíquenlo, descendientes de Jacob;

témanlo, descendientes de Israel.” R.




Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11



Jesucristo, que era de condición divina,

no consideró esta igualdad con Dios

como lago que debía guardar celosamente:

al contrario, se anonadó a sí mismo,

tomando la condición de servidor

y haciéndose semejante a los hombres.

Y presentándose con aspecto humano,

se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte

y muerte en cruz.

Por eso, Dios lo exaltó

y le dio el Nombre que está por sobre todo nombre,

para que al nombre de Jesús,

se doble toda rodilla

en el cielo, en la tierra y en los abismos,

y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:

“Jesucristo es el Señor”




Palabra de Dios.






Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1--15, 47




Buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte



C. Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. Porque decían:

S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo.»



Ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura



C. Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: S. «¿Para qué este derroche de perfume? Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres.»

C. Y la criticaban. Pero Jesús dijo:

a «Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo.»



Prometieron a Judas Iscariote darle dinero



C. Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está mi sala,

en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?



C. El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús:

S. «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?»

C. El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

a «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: "¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?" El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario.»

C. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.



Uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo



C. Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. Y mientras estaban comiendo, dijo:

a «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo.»

C. Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro:

S. «¿Seré yo?»

C. El les respondió:

a «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero íay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!»



Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre, la sangre de la alianza



C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

a «Tomen, esto es mi Cuerpo.»

C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo:

a «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.»



Antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces



C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Y Jesús les dijo:

a «Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea.»

C. Pedro le dijo:

S. «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré.»

C. Jesús le respondió:

a «Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces.»

C. Pero él insistía:

S. «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré.»

C. Y todos decían lo mismo.



Comenzó a sentir temor y a angustiarse



C. Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

a «Quédense aquí, mientras yo voy a orar.»

C. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo:

a «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando.»

C. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía:

a «Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»

C. Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:

a «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»

C. Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo:

a «Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»



Deténganlo y llévenlo bien custodiado



C. Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado.»

C. Apenas llegó, se le acercó y le dijo:

S. «Maestro.»

C. Y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo:

a «Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras.»

C. Entonces todos lo abandonaron y huyeron. Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.



¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?



C. Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. Algunos declaraban falsamente contra Jesús:

S. «Nosotros lo hemos oído decir: "Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre."»

C. Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:

S. «¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?»

C. El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente:

S. «¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?»

C. Jesús respondió:

a «Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo.»

C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó:

S. «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»

C. Y todos sentenciaron que merecía la muerte. Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían:

S. «¡Profetiza!»

C. Y también los servidores le daban bofetadas.



Se puso a maldecir

y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando



C. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo:

S. «Tú también estabas con Jesús, el Nazareno.»

C. El lo negó, diciendo:

S. «No sé nada; no entiendo de qué estás hablando.»

C. Luego salió al vestíbulo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. «Este es uno de ellos.»

C. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro:

S. «Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo.»

C. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces.» Y se puso a llorar.



¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?



C. En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este lo interrogó:

S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»

C. Jesús le respondió:

a «Tú lo dices.»

C. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo interrogó nuevamente:

S. «¿No respondes nada? íMira de todo lo que te acusan!»

C. Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. Pilato les dijo:

S. «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?»

C. El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. Pilato continuó diciendo:

S. «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?»

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Pilato les dijo:

S. «¿Qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:

S. «¡Crucifícalo!»

C. Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.



Hicieron una corona de espinas y se la colocaron



C. Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo:

S. «¡Salud, rey de los judíos!»

C. Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.



Condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota y lo crucificaron



C. Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo.»

Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos.» Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.



Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo



C. Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían:

S. «¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, sálvate a ti mismo y baja de la cruz!»

C. De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí:

S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!»

C. También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.



Jesús, dando un gran grito expiró



C. Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz:

a «Eloi, Eloi, lamá sabactani.»

C. Que significa:

a «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

C. Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron:

S. «Está llamando a Elías.»

C. Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo:

S. «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo.»

C. Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.



Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.



C. El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:

S. «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!»

C. Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.



José hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro



C. Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.

Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.

Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.

María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.


Palabra del Señor.




Compartiendo la Palabra
Por Pedro Garcia cmf


¡Ya estamos en el Domingo de Ramos, un triunfo de Jesús! ¡Ya estamos en Semana Santa, la pasión y muerte del Señor! ¿Hacia dónde se van a dirigir hoy nuestras miradas? ¿Hacia las palmas que agitan muchos brazos mientras gritan desaforadamente las gargantas: Hosanna, hosanna?... ¿O se van a ir hacia las calles de Jerusalén para ver a un reo que lleva el madero a cuestas y sube al Calvario para ser colgado a la vista de todos?...
Pues tenemos que hacer las dos cosas. Contemplar un triunfo humilde, y ver al Hijo de Dios, al Siervo obediente, que se deja clavar en la cruz para la salvación del mundo.
Las lecturas que hoy escuchamos en la Iglesia son de una riqueza singular y van a guiar nuestros pensamientos y nuestros sentimientos a lo largo de esta Semana Santa, la Semana Mayor, la Semana más privilegiada del año...
Miramos primeramente a esos dos discípulos que están desatando un borrico en la ladera oriental de Jerusalén:
- ¿Qué estáis haciendo? Ese borrico tiene dueño...
- Sí, ya lo sabemos. Pero el Maestro lo necesita y estén seguros que lo va a devolver.
Se lo llevan. Jesús, que lo ha dispuesto personalmente todo, acepta ser montado en la cabalgadura, los discípulos tienden sus mantos en la calle, hacen las gentes lo mismo, y todos entran en la ciudad lanzando gritos estentóreos:
- ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en lo más alto del cielo!....
No nos hagamos muchas ilusiones. Este triunfo es muy modesto. No tenía entonces nada que ver con la subida de los Emperadores del Impero al Capitolio de Roma, ni tenía tampoco ningún parecido con nuestros desfiles modernos. Allí no había reporteros que lanzasen la noticia al mundo, y todo quedaba reducido a un puñado de galileos que no preocupaban mucho a las autoridades romanas...
El Evangelio de Mateo se encarga de recordarnos la profecía:
- Decid a Sión: mira cómo tu rey viene lleno de mansedumbre a ti, montado en un pollino, cría de una borrica de carga...
Jesús será siempre igual, tal como se describió a Sí mismo: manso y humilde de corazón.
No podía ser de otro modo, pues la profecía de Isaías nos lo describe como el Siervo y el Hijo obediente, que irá al sacrificio de la cruz, siendo inocente, en vez de nosotros, los culpables y merecedores del castigo de Dios.
La Pasión narrada por Marcos que leemos después nos hace bajar la cabeza, arranca lágrimas de nuestros ojos, y nos hace exclamar como al centurión pagano al ver expirar a Jesús:
- ¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!...
¿Hijo de Dios, y ha sufrido tanto?...
¿Hijo de Dios, y lo rechazan tantos?...
¿Hijo de Dios, y lo abandonan hasta los suyos?...
¿Hijo de Dios, y lo meten en la tierra, lo encierran en un sepulcro para que no dé miedo?...
¿Hijo de Dios, y sus enemigos sellan su tumba para que no se escape, para que no aparezca más, para que no moleste en adelante, para que se pierda su memoria y no se acuerde nadie más de Él?...
Estos eran los pensamientos de los hombres. Pero Dios tenía pensamientos muy diferentes, como nos recuerda San Pablo en uno de los párrafos más bellos de sus cartas.
- ¡Cristo se hizo por nosotros obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz!...
Cierto. Jesús no podía llegar más hondo en su dolor y en su humillación. Pero no podrá subir después más alto en su gloria. Porque Dios lo levantó hasta a lo más alto del Cielo, y le dio el nombre sobre todo nombre. Lo constituyó Señor. Le dio el dominio universal sobre los ángeles, sobre los hombres y sobre todo lo creado. De tal modo, que al nombre de Jesús se tiene que doblar toda rodilla, en el cielo, en la tierra, en el infierno, y toda lengua ha de proclamar que el Señor Jesús está en la gloria de Dios Padre.
Éste es el Jesús que nos va a llenar la cabeza y el corazón en estos días santos.
El Jesús que hoy entra en Jerusalén con un triunfo muy humilde. Porque no trata de sembrar terror entre sus enemigos, sino de ganar los corazones de todos.
El Jesús de esta Semana Santa es el Jesús que padece y muere para salvarnos. Es el que con sus llagas, y no con palabras, está gritando al mundo cómo nos ama Dios y cómo nos ama Él, nuestro Redentor.
El triunfo de hoy, con Jesús montado en un borrico, y con nosotros batiendo palmas y entonando ¡hosannas y vivas!, es sólo el preámbulo y el anticipo del desfile final con la entrada en la Jerusalén celestial al final de los tiempos. ¡Aquel sí que será triunfo grande y que asombrará a todos!...
¡Señor Jesucristo!
No sabemos cómo van a celebrar esta Semana Santa muchos hermanos nuestros. Algunos, quizá con la mejor de sus vacaciones...
Nosotros preferimos acompañarte en todos tus pasos. Esos pasos que nos van a herir los pies y que nos van a hacer llorar. Igual que nos van a arrancar gritos jubilosos durante tu entrada en Jerusalén y en tu Resurrección.
Tú nos vas a tener a tu lado, en tu dolor y en tu triunfo. Porque así nos tendrás también allá arriba, en los esplendores de tu Gloria.

lunes, 16 de marzo de 2009

viernes, 13 de marzo de 2009

Traspasar los límites

Súplica antes de comenzar la lectura


Ven, Señor, y llévame a un lugar interior en el que mi mente pueda reposar en ti,
pararse en ti, descansar de su inquietud continua, y dejarse encontrar en tu silencio.
Llévame más allá, más adentro, del oleaje agitado de mis preocupaciones y proyectos.
Llévame a ese jardín secreto en el que Tú me esperas siempre para hacerme nueva,
aunque yo falte a la cita, una y otra vez, perdida en el bullicio de mi corazón extrovertido.
Condúceme a ti, Señor, te lo suplico, hoy que mi alma te busca con hambre
y sed de tu Palabra de Vida.
Que ella sea lámpara para mis pies de caminante, todos los días.





1. Leemos la Palabra


Lucas 16,19-31


Orientaciones para la lectura y la meditación

En el capítulo 16 del evangelio de Lucas, encontramos a Jesús camino de Jerusalén, hacia el cumplimiento de la voluntad del Padre. Al principio del capítulo, Jesús enseña la actitud justa en el uso del dinero, el comportamiento recto con los bienes recibidos en este mundo (16,1-15). Después enseña la novedad que trae consigo el Reino de Dios y que exige ir más allá de la justicia sólo humana, conocida en la primera Alianza, y cumplirla de modo nuevo (16,16: "La Ley y los Profetas llegan hasta Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios y todos se esfuerzan con violencia por entrar en él".). Para unir estos dos argumentos (el uso del dinero y la justicia nueva), Lucas se vale de una parábola contada por Jesús (16,19-31).



Primera parte: vv. 19-22


En la parábola encontramos a dos personajes contrapuestos. El hombre rico es una persona anónima, sin nombre, es decir, sin identidad humana, porque esta identidad sólo se puede encontrar en Dios. De este personaje se describe sólo lo externo: sus vestidos y su comportamiento. Sus vestidos estaban hechos con ricas telas, usadas habitualmente en el santuario (Esd 25,4), en las vestiduras sacerdotales (Esd 39,12) y por los poderosos de la tierra (Dn 5,7). Así, por ejemplo, las mujeres de Is 3,23.

La vida externa del rico era la fiesta. Todos los días "banqueteaba espléndidamente". Es algo extraño: la vida humana sobre la tierra es muy exigente. Tras el pecado original, todos los días de la vida humana traen consigo un gran esfuerzo (Gn 3,17-19). Todo hombre desea y espera la vida en plenitud, pero no la posee enseguida. ¿Qué vemos, sin embargo, en la vida del rico? Un intento de crear su propio mundo aislado del mundo real exterior. El mundo real se ve en la persona de Lázaro. Es un pobre, un mendigo que, a pesar de todo, posee una identidad porque posee un nombre (Lázaro = "Dios ayuda"). Su nombre expresa toda la existencia de este hombre que no posee nada. Cubierto de llagas, busca ayuda en el rico. Sintiendo hambre, busca saciarse junto a la puerta del rico. Pero la frontera de estos dos mundos es demasiado grande. Esta frontera se encuentra en el corazón, que se cierra sin querer amar.

La situación termina en el momento de la muerte. El pobre, muerto, ha encontrado la vida en Dios, que era su único refugio y ayuda. La expresión "en el seno de Abrahán" corresponde a la antigua fórmula bíblica que significa "reunirse con los propios padres" (Jue 2,10; cf. Gn 15,15; 47,30; Dt 37,16). La imagen expresa intimidad (cf. Jn 1,18) con Abrahán en el banquete mesiánico (cf. Jn 13,23; Mt 8,11 ss). Por el contrario, el rico ha terminado su vida, trazada según su proyecto egoísta, que se encuentra fuera de la voluntad de Dios. Con la sepultura termina el mundo que él ha creado para sí mismo.


Segunda parte (23-31)


La segunda parte del relato se sitúa en el mundo espiritual, después de la muerte. La situación de los dos personajes cambia, se invierte. Ahora contemplamos al rico sufriendo muchos dolores y, finalmente, levanta los ojos para ver a los otros. Hasta este momento, estaba encerrado en su espléndido palacio y no había visto a Lázaro, que estaba cerca. Los sufrimientos abrieron sus ojos. Ahora grita, pidiendo ayuda. La gota de agua simboliza, en el relato, todas las necesidades de aquel que sufre. Abrahán expresa la justicia de Dios. Recuerda la vida del rico, cerrada y egoísta, y la de Lázaro, llena de sufrimiento. El abismo simboliza la imposibilidad de cambiar el destino, tanto para los elegidos como para los que han rechazado el amor. Este destino depende de la libertad de cada uno y lo elige en la propia vida, creando un cielo o un infierno en el propio corazón. Lázaro, sufriendo toda la vida, ha elegido a Dios como único refugio, como expresa su nombre. El rico ha entendido su error y quiere salvar a sus hermanos, enviando a Lázaro para testimoniar la vida eterna. La respuesta de Abrahán expresa la voluntad de Dios: basta el don de la revelación de Dios, la Ley de Moisés y los Profetas, que muestran las reglas de la vida, enseñan el amor al prójimo, a los pobres, y condenan toda forma de violencia e indiferencia (cf. Es 23,6.11; Lv 19,10.15; Dt 15,7.11; 24, 12 ss; Is 3,15; 25,4; Am 5,12).

Abrahán pone en duda la posibilidad de transformación a través de acontecimientos extraordinarios, de las personas cerradas, que rechazan la Ley divina. Ni siquiera la resurrección de Jesús ha cambiado el corazón de sus enemigos (cf. Mt 28,11-15)



2. Meditamos



Como hemos dicho al principio, Lc 16 nos propone la formación cristiana respecto al dinero, subrayando la necesidad de una mentalidad nueva. El problema no es poseer, sino poseer de un modo egoísta, cerrándose en el propio mundo. Éste es el error del rico de la parábola de hoy. Ha construido una frontera, un límite, que nadie podía traspasar. Con la muerte, pierde todos sus bienes terrenos y le queda sólo su hermetismo. El rico ha creado el infierno en su propio corazón.

Podemos preguntarnos a nosotros mismos: nuestra vida, ¿está abierta a los otros, a menudo diferentes a nosotros, o construimos muros, quizá, con nuestros prejuicios o en nuestro corazón, que no nos dejan ver a los otros como hermanos e hijos de un Único Dios y Padre?

Los problemas, las dificultades, las diversas pobrezas que vemos en el mundo, incluso la moral, pone fronteras en nuestro corazón: no puedo... no logro... amar, perdonar, aceptar.

Jesús, en esta Palabra de hoy, nos da la posibilidad de contemplarnos y conocernos a nosotros mismos: cómo vivo, qué busco, qué espero en esta vida. La Palabra nos anima a traspasar nuestros límites: toda persona, incluso la más pobre en sentido material o espiritual, es una hermana, un hermano amado y salvado por Dios, que busca unas manos abiertas, una sonrisa, una oración, el calor humano...

Y si acaso nos sentimos como Lázaro, pobres y abandonados por todos, confiemos en Dios, que no nos olvida jamás.





3. Oramos



Oremos con el salmista, para que podamos poner toda nuestra confianza en Dios, nuestro único refugio, y usar bien todos los bienes que tenemos sobre la tierra. Nuestra eternidad está naciendo ahora.



Salmo 62


Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de Él viene mi salvación;
sólo Él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre,
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen, con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque Él es mi esperanza;
sólo Él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme, Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en Él,
desahogad ante Él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia;
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa, y dos cosas que he escuchado:
"Que Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia;
que Tú pagas a cada uno según sus obras

sábado, 28 de febrero de 2009

Cuaresma.....


Comenzamos hoy la travesía de la Cuaresma. Un momento privilegiado para encontrarnos con Dios y con nosotros mismos. No hemos de vivir estos días como una lista de prácticas pseudo ascéticas sino como un tiempo de gracia para poder mejorar.

El trabajo de los restauradores consiste en buscar con todo su empeño el aspecto primigenio de la obra en cuestión. Bisturí en mano poco a poco van levantando las distintas capas hasta que se topan con la original. Sobran los añadidos. Interesa buscar lo auténtico para dar a la pieza su aspecto original.

De igual manera sucede en este tiempo de cuaresma. Hacemos un alto en el camino de nuestro seguimiento de Jesús para mirar cómo vamos, en qué cosas nos estamos apartando de lo que es ser cristianos. Tenemos por delante cuarenta días para intentar corregir esas posibles deficiencias y renovar nuestro bautismo la noche del sábado santo. Cuarenta días para buscar lo auténtico en nosotros.

Se dice y se escribe tanto sobre la Cuaresma. Se aguza tanto la observancia que en muchos casos en vez de un tiempo de repensar, de sosiego, se convierte en una lista de prácticas externas, muchas de ellas fruto de la teología más rancia, más trasnochada, y más dañina para una espiritualidad sana y honesta, que conduce no se sabe muy bien a qué, o mejor dicho con el único fin de aplacar la ira de un Dios cascarrabias e iracundo.

Cuaresma es tiempo de conversión para acercarnos a un modo de vivir más comprometido; tiempo de ayuno para mirar alrededor de una manera más amplia; tiempo de dar a manos llenas y sin esperar nada a cambio, de actuar voluntariamente, de descubrir que el amor es lo único que no puede pagarse y lo hemos recibido de Dios gratuitamente; tiempo de oración, de silencio que nos ayude a encontrar a Dios, a escuchar y rumiar su Palabra y, por tanto, a encontrarnos con nosotros mismos....

Desde este punto de vista no acabo de comprender por qué tiene que ser un tiempo de caras largas y de persianas bajadas, como si la seriedad y la sobriedad fuesen sinónimos de tristeza. Curiosamente el evangelio nos anima a lo contrario: «Cuando ayunéis no andéis cabizbajos, perfumaos…» Intentar mejorar por propio convencimiento es un reto que exige renuncias, efectivamente, pero el punto de mira está puesto en conseguir un objetivo que a buen seguro va a hacernos más felices de lo que hasta ahora somos.

En estos días de Cuaresma hablamos mucho de sacrificios, de renuncias, ayunos y penitencias. No tanto de oración y de limosna. Por si todavía queda algún despistado, habrá que recordar que el espíritu de sacrificio no es la inmolación gratuita, ni la renuncia masoca, ni el amargarse, por parecer más virtuoso ante Dios o ante la panda de cotillas interesados en la vida del prójimo. Hay quien piensa que ayunamos para sufrir, que hay que meterse un garbanzo en el zapato para vencer no se cuantas cosas malas. Así, sin más, como si fuéramos masoquistas religiosos o seres del planeta de los papanatas espirituales. Como si tuviéramos que pasar incomodidad, malestar o dolor para tener a Dios contento. Dejemos de vivir la cuaresma como borregos, creyendo que ya la vivimos porque hemos metido el jamón en el baúl y sólo comemos langostinos. La Cuaresma implica poner en marcha el costoso ejercicio de relativizar nuestras prioridades, para ver dónde está lo necesario y eso es más complicado que quedarnos en la condena del embutido. Ayunamos para crecer. Ayunamos para recordarnos a nosotros mismos que las cosas no son el fin, sino el medio. Ayunamos como una forma de mirar alrededor, y recordar que la realidad es mucho más amplia que nuestra propia situación. Ayunar no es "dejar de comer", no es hacer dieta, es aceptar de manera consciente que no somos el centro del mundo.

Ojalá nos impliquemos a fondo por algo o alguien que nos importe. De este modo habremos aprovechado el tiempo y la Cuaresma nos habrá servido para algo más que guardar la línea y creer que tenemos a Dios en el bolsillo. Cuarenta días en los que restaurar nuestro espíritu, en los que buscar lo auténtico dejándonos de monsergas e infantilismos poder renovar nuestro bautismo siendo mucho más auténticos y, sobre todo, estando más satisfechos y contentos con nosotros mismos porque hemos intentado mejorar, aunque sólo sea un poquito, y nos hemos acercado más a lo que Dios nos pide.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto.
Chiclana de la Frontera (Cádiz, España)