lunes, 5 de noviembre de 2007

Ven y lo verás...

Queridos hnos en Cristo:
Esta mañana en mis lecturas encontré referencias a la "lectio divina" o lo que se llama "orar con La Palabra"...decía exactamente lo que decidimos hacer para el dgo.: escrudiñar las Escrituras en oración, en contemplación, en meditación...rumearlas ...
De acuerdo al lema que hemos elegido esperemos que nosotros, cual Felipe, podamos mostrar a Jesús para que muchos "vengan y vean" como el pasó a Natanael.
Oremos por los Felipe para que haya muchos Natanael (Jn 1,46), para que nosotros tambien podamos tener con el Señor -en la oración que hagamos- ese dialogo de corazón, joven, directo, franco..."divino"
Los amo en Cristo Jesús
Any

«Ven y lo verás»
El evangelista san Juan relata su primer encuentro con el Señor con tanta viveza que nos resulta fácil meternos en la escena. Son diálogos de corazones jóvenes, directos, francos... ¡divinos!
Jesús encuentra a Felipe casualmente y le dice «sígueme» (Jn 1,43). Poco después, Felipe, entusiasmado por el encuentro con Jesucristo, busca a su amigo Natanael para comunicarle que —por fin— han encontrado a quien Moisés y los profetas esperaban: «Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). La contestación que recibe no es entusiasta, sino escéptica : «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» (Jn 1,46). En casi todo el mundo ocurre algo parecido. Es corriente que en cada ciudad, en cada pueblo se piense que de la ciudad, del pueblo vecino no puede salir nada que valga la pena... allí son casi todos ineptos... Y viceversa.
Pero Felipe no se desanima. Y, como son amigos, no da más explicaciones, sino dice: «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Va, y su primer encuentro con Jesús es el momento de su vocación. Lo que aparentemente es una casualidad, en los planes de Dios estaba largamente preparado. Para Jesús, Natanael no es un desconocido: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¿De qué higuera? Quizá era un lugar preferido de Natanael a donde solía dirigirse cuando quería descansar, pensar, estar sólo... Aunque siempre bajo la amorosa mirada de Dios. Como todos los hombres, en todo momento. Pero para darse cuenta de este amor infinito de Dios a cada uno, para ser consciente de que está a mi puerta y llama necesito una voz externa, un amigo, un “Felipe” que me diga: «Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría describe así: Buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo.

Encuentro carismático!!!!!!!

Los quería invitar para el encuentro que realizaremos el domingo próximo en la Iglesia San Roque de Pergamino de 15 a 20 horas, donde se predicará sobre la misericordia de Dios, el perdón y la conversión.trabajo en la comunidad, dones y carismas.Habrá alabanza, adoración y efusión del espiritu santo.

DEBEN TRAER SOLO UN CORAZON DISPUESTO PARA QUE EL SEÑOR PUEDA MORAR EN ÉL.



BENDICIONES Y LOS ESPERAMOS!!!!!!!

Radio Siervos Misioneros


Hola Hnos. quería contarles , que ayer por la noche entré en la web de radio Siervos Misioneros , que es de Mexico y tuve una sorpresa, que fue darme cuenta que había dos hnos argentinos de la pcia de Bs As, ( de Almirante Brown) transmitiendo desde Argentina.Estos hnos tienen dos programas
Uno es pescador de hombres los dias jueves de 17 a 19 horas y el otro es
De corazón los dias domingos de 20 a 22 horas.
asi que ahora que saben que hay dos almas argentinas haciendo evangelizacion por radio, espero que entren y escuchen estos dos bellos programas.
la direccion de la página es:
www.radiosiervosmisioneros.net

Zaqueo...

Zaqueo: a la ‘altura’ de las circunstancias

Zaqueo, el indeseable, desea ver a Jesús, saber quién es. Le alcanza con verlo, ni sueña con poder hablarle, y menos subido a un árbol. Y, además, ¿de qué podrían hablar el ladrón de Jericó con el amigo de los pobres? ¿Y cómo manejarse con la multitud que se interpone entre él y el deseado, sabiendo, además, de su pequeña estatura? ¿Cómo podía Zaqueo situarse a la ‘altura’ de las circunstancias? Pues aceptando sus limitaciones y no teniéndose lástima; así es como encuentra la solución: treparse a un árbol. Tiene el coraje suficiente como para seguir los anhelos más profundos del propio corazón sin miedo al ridículo. Excluido e indeseable para la multitud no sabe todavía que para Jesús, lejos de ser un indeseable al cual evitar, es alguien buscado y amado.

Jesús alza la mirada, por sorpresa le dirige la palabra llamándolo por su nombre, como si en Jericó fuera el único a quien buscar, y que, para mejor, se le invita a casa. La distancia queda anulada: aquel al que Zaqueo quería ver se revela como aquel que alza los ojos buscándolo. Y lo hace desde abajo, situándose más bajo que el bajito de Zaqueo. El que buscaba cae en la cuenta de que ha sido buscado; aquel que deseaba se descubre deseado; quien mendigaba un poco de atención se descubre amado. Y estalla la fiesta…

Hoy tengo que alojarme en tu casa. ¡Curiosa obligación la de Dios: tengo que alojarme! Allí reside nuestra fuerza, esa inagotable levadura que transformó la historia. Dios tiene que hacerlo. Y no debido a mis ruegos o a mi buena conducta. Dios tiene que hacerlo por una causa que le es interna, por una necesidad que le urge en el corazón, porque lo impulsa un fuego y unas ansias: ¡imagínate: su amor le dicta que le hago falta! ¡Que le hacemos falta! Toda mi esperanza está puesta en ese su tener que hacerlo, y lo hará llamado por mis anhelos, …, esos anhelos me los sembró él en el alma, me los despertó su Espíritu.

Y lo recibió con alegría (en su casa). No hace falta que Jesús hable, recrimine, alabe,…, para nada sirven los sermones, sirve el encuentro: encontrar a un hombre de bien permite volver a creer en el hombre; encontrar a Dios que no juzga, otorga libertad; encontrar a Dios que metiéndose de rondón en tu casa se hace amigo, crea amistad.
Zaqueo que hasta entonces sólo conocía encuentros de explotador a explotado, entiende gracias al encuentro con Jesús que la ley de la vida es otra. No es que el ladrón apenas deje de robar (“ya no robaré más”) sino que ha descubierto la ley del don (“daré la mitad a los pobres”). Es una transformación de la propia vida, poniéndola de cabeza, convirtiéndola. Hace más de lo que exige la ley, y, tal vez, menos de lo que Jesús esperaba, pero lo hace con absoluta libertad.
Corazón nuevo, corazón libre, alegre noticia: Evangelio. Como a todos, no fueron las ideas las que le cambiaron la vida, sino el encuentro con Cristo. Zaqueo primero encuentra, después se convierte. Su conversión no es la condición,- ¡Jesús no pone ninguna…!-, sino la consecuencia del encuentro. Y esto es un escándalo para el moralista que subsiste en mí. Siempre pensé encontrar a Cristo como fruto de mi comportamiento más o menos honesto, y mi vida cambiará realmente únicamente cuando lo encuentre…, cuando me deje encontrar por él.

Y Jesús viene llegando. Jericó se encuentra en cada calle de este ancho mundo, y todo el que sepa y reconozca no estar a la altura de las circunstancias, encontrará el árbol al cual subirse,- ¡sin duda el de la Cruz! -, y allí se encontrará con la mirada de Jesús: ¡hoy mismo estarás conmigo en el paraíso!
¡Mira que el Señor debe alojarse, hoy, en tu casa,…, en la mía! ¡Sí, hoy!

maxalexander@adinet.com.uy
pasado gentilmente por ANY MOZZONI.