Tú no juzgaste, Jesús, a las personas,
sino que siempre te compadeciste precisamente
de quienes se sienten pobres y despojados,
de quienes se sienten rechazados por ser pecadores.
Tú eres compasivo con nosotros,
pobres seres humanos.
La Biblia lo llama «misericordia».
Regálame tu misericordia
para que yo sea misericordioso
conmigo mismo.
A menudo reacciono sin misericordia
frente a mis propios errores y debilidades.
Me juzgo continuamente
y eso me hace desear tu corazón,
que se compadece en lugar de juzgar.
Si soy misericordioso conmigo mismo,
podré tener entrañas de misericordia
para con los seres humanos
que no pueden aceptarse a sí mismos.
Anhelo un mundo más misericordioso
que el nuestro, tan intolerante.
Haz que tu espíritu de misericordia
penetre cada vez más hondamente
en mi corazón
para que mi alma se ensanche.
Para que yo,
con un espíritu ensanchado,
invite a las personas que me rodean
a verse a sí mismos
con ojos bondadosos.
Tú no juzgaste, Jesús, a las personas,
sino que siempre te compadeciste precisamente
de quienes se sienten pobres y despojados,
de quienes se sienten rechazados por ser pecadores.
Tú eres compasivo con nosotros,
pobres seres humanos.
La Biblia lo llama «misericordia».
Regálame tu misericordia
para que yo sea misericordioso
conmigo mismo.
A menudo reacciono sin misericordia
frente a mis propios errores y debilidades.
Me juzgo continuamente
y eso me hacer desear tu corazón,
que se compadece en lugar de juzgar.
Si soy misericordioso conmigo mismo,
podré tener entrañas de misericordia
para con los seres humanos
que no pueden aceptarse a sí mismos.
Anhelo un mundo más misericordioso
que el nuestro, tan intolerante.
Haz que tu espíritu de misericordia
penetre cada vez más hondamente
en mi corazón
para que mi alma se ensanche.
Para que yo,
con un espíritu ensanchado,
invite a las personas que me rodean
a verse a sí mismos
con ojos bondadosos.
Anselm Grün en "¡Entra en contacto!" (Sal Terrae)
jueves, 17 de julio de 2008
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